Rosas, quien en su juventud fue púgil profesional sin mayor éxito, comenzó su carrera de entrenador en 1959. Guió a Romeo Anaya para que se coronara campeón mundial gallo en la década de los 70, pero sus mejores éxitos como entrenador llegaron a finales de esa década y a principios de los 80, cuando llevó a Sal Sánchez y a Chávez a los títulos pluma y superpluma.
Con el Lacandón Anaya fue campeón de la Asociación Mundial de Boxeo solamente por un año, pero después encumbró a Sánchez como campeón del Consejo. Sánchez perdió la vida a los 23 años, cuando estrelló su automóvil deportivo contra un camión de carga. Un par de años más tarde del fallecimiento de Sánchez, Rosas logró que Chávez se coronase campeón del CMB y luego dominase durante más de una década las categorías superpluma, ligero y superligero. Rosas estuvo en la esquina de Chávez más de un centenar de peleas.
Rosas murió cuando se encontraba en un banco de la capital. Un servicio de emergencia que llegó al lugar ya no pudo hacer nada por el entrenador que estaba acompañado por su esposa Guadalupe Huerta. A Cristóbal Rosas le sobreviven su esposa y sus hijos Ángel, Ernestina, María Luisa y María de los Ángeles.
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